El Adventista está siempre vigilante, en espera de la hora en la que va a venir su Señor.
El Adventista tiene siempre el aceite de su lámpara listo, para velar y orar ya que aunque la noche está muy avanzada, su Señor puede llegar en un momento a otro.
El Adventista está preparado para recibir al Esposo. Está en vela y sus ojos escudriñan el cielo en espera de la aparición de su Señor.
El Adventista está alejado de las cosas del mundo, procura no contaminarse con nada que pueda manchar sus vestiduras, pues sabe que nada corrompido e inmundo entrará en el reino de los Cieos.
El Adventista no se mezcla con los ritmos mundanos, con la música de taberna, con los ritmos que incitan al sexo. Alaba y glorifica siempre a su Señor con los gloriosos Himnos que nos han heredado los grandes siervos del Señor.
El Adventista rechaza enfáticamente el 'Reino Ahora' y la Doctrina de la Prosperidad. Busca siempre la sana doctrina, la cual le hace limpio y aceptable para su Señor.
El Adventista sabe que Cristo Viene, y no pierde su tiempo en modas pasajeras, en frivolidades que le hagan apartar sus ojos de su Señor y quitar la mano del arado.
El Adventista es radical. O sirve a su Señor o de plano no es nada.
El Adventista lleva con orgullo el nombre de su Señor, guarda su día de reposo y marcha victorioso a la Ciudad Eterna donde vivirá y reinará con su Señor para siempre...